Durante varios años fui coordinadora del equipo de escritores del programa LO QUE CALLAMOS LAS MUJERES. Un verdadero privilegio, porque no trataba con chicos que apenas aprendían el oficio, sino con profesionales con trayectorias maravillosas en el mundo de la escritura y la televisión. A pesar de que, no se por qué, yo fui elegida como coordinadora, todos y cada uno de ellos fue mi maestro. De todos aprendí mucho más de lo que jamás soñé en mis años de universidad; pero lo que mas me gustaba de mi trabajo era que con cada libreto los iba conociendo poco a poco, porque creo que todos seguíamos el principio de que si no echabas un poco de tu alma en cada libreto, no valía la pena escribirlo, y así era. Todos echábamos el alma y corazón en cada caso que nos llegaba. Llegué a conocer tanto su estilo y su manera de pensar, que ya me era fácil asignarles temas cuando las instituciones nos pedían ayuda para difundir su labor. Ya sabía que a Lupita se le daban bien los temas de niños, a Martha los que requerían un análisis psicológico más profundo, a Carlos los temas de "la calle", a Alejandra, las enfermedades extrañas, como aquel libreto que hizo de un hombre que tenía compulsión por automutilarse...¡en fin!.
Grandes maestros y grandes aprendizajes. Lo dicho, fue un privilegio trabajar con todos ellos.
Como parte del proyecto estaban los temidos "libretos de cliente", y digo temidos porque casi siempre eran un reto para los escritores: había que armar una historia, promover la bondades del producto y además plantear escenas con presencia del mismo sin que se viera forzada. ¡Nunca fue cosa fácil! en ocasiones teníamos clientes cuyos productos "sí daban" para una hora, como un medicamento para prevenir la osteoporosis en las mujeres por ejemplo, pero había otros como los que hicimos para la avena Quaker que resultaban un poco complicados ¿Cómo hacer una historia conmovedora, estrujante, interesante y atractiva, a partir de un desayuno con avena Quaker? pero se lograba, y los clientes quedaban satisfechos y por lo general nos pedían más programas porque la promoción a su producto resultaba ser todo un éxito. Quaker pidió más programas y con un suspiro los escritores emprendíamos la difícil tarea de buscar otra historia en la que los personajes arrancaran lágrimas, conmovieran los corazones de los televidentes ¡y! desayunaran avena.
Uno de los mayores retos fue hacer un libreto para Tetrapack y se lo asigné a Itzia. Su slogan era "proteger lo bueno" y la escritora hizo una historia maravillosa al rededor de esto. Sobra decir que el cliente quedó encantado con el libreto y con la historia: trataba de una madre que hacía todo lo posible por proteger lo bueno que tenía en su vida, su familia, y al protegerla se protegía ella misma. Una historia realísima (que esa era condición del programa, por lo menos en mis épocas) que sucedía a miles de mujeres en este país.
Hoy me vino a la mente este relato y como todo, empiezo a hilvanar recuerdos de momentos y sensaciones, es decir, los vuelvo a traer al corazón, según una definición que alguien compartió en Facebook y los vivo de una manera nítida y contundente.
Cuando era adolescente tenía una especie de himno, que, según yo, me definía. Que así era yo. La canción de Simon and Garfunkel, "I am a rock, I am an island" y cada vez que alguien rompía mi corazoncito la escuchaba una y otra vez con el deseo de creer que en realidad era una roca y que, como dice la canción una roca no siente dolor. Pero la verdad de las cosas es que el corazón se me rompía seguido y ¡claro! se me rompía con frecuencia porque lo entregaba una y otra vez. Nunca supe, ni se entregarme a una relación a medias, sin entregar el corazón...sin enamorarme un poco del otro y por enamoramiento no hablo en un sentido romántico, sino hacia los amigos, hacia los hijos, marido, padres, hermanos, en resumen a todas las relaciones que uno hace a lo largo de la vida. Si uno no se enamora del otro, de su forma de ser, de sus gustos, de sus pasiones, de sus ratos de mal humor, de sus logros, de sus fracasos, de sus tropiezos y desengaños, de sus victorias y alegrías, entonces no hay relación, creo yo. Así es que yo nunca fui una roca ni mucho menos una isla. Y el corazón se me ha lastimado muchas veces, a veces se ha resquebrajado, a veces sólo se ha astillado, y a veces se ha roto por completo. Pero por otro lado hoy tengo una familia que me quiere, amigos que me buscan y dos perros que me siguen.
En ocasiones quisiera ser una roca, pero no lo soy, y hoy decido proteger mi corazón que es algo bueno que siempre he tenido. ¡Exacto! hoy decido proteger lo bueno como el lema de Tetrapack. Y hoy espero que los que tienen un cachito de mi corazón lo protejan, porque lo que les he entregado a todos mis amigos y familiares es lo que soy, lo que me da el nombre y lo que me recuerda una y otra vez que nunca he sido ni una roca, ni una isla. Y sobre todo, que no quiero serlo, porque seguiré entregando el corazón de la única manera que se...y sí, hoy decido correr el riesgo.
Porque no soy una roca ni tampoco una isla.
------------
Muchas gracias amiga.
Si les gustó este texto tanto como a mi, háganoslo saber por medio de mis redes sociales.
Recuerda, soy Alejandra Coghlan y estás en mi casa que es tu casa.
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
No hay comentarios:
Publicar un comentario